El Matador perdió con Guaraní, se despidió de la Libertadores y quedó prácticamente sin chances de entrar a la Sudamericana. Jugó mal, fue superado y nuevamente, la sensación generalizada es de mucha preocupación. Hay tiempo de corregir el rumbo, pero el único indicio positivo, es la racha goleadora de Pablo Magnín.

Tigre debía sumar de a tres para seguir con vida y esperanzas. Sin embargo, lo único que sumo fue una nueva decepción. Más allá del resultado y la superioridad del rival, no se ven aspectos positivos desde lo futbolístico y anímico. Da la sensación que se encontró lo más difícil y la excepción, un delantero goleador en racha que no necesitó nada de adaptación a una nueva camiseta, ni conocimiento futbolístico con sus nuevos compañeros: Pablo Magnin, pero el resto no acompaña, ni los nuevos, ni el entrenador que sigue sin hacer pie, con sus conceptos tácticos, una vez más.

La gente se ilusionó desde la pasión. Nosotros también y es normal que el corazón nuble la razón. La realidad es que, esta temporada el equipo base del campeón, hizo aguas en la Primera Nacional y nada hacía prever que, un equipo muy renovado con jugadores del ascenso, dieran la sorpresa en la Libertadores. Esta participación en la máxima competencia continental, nos quedó muy grande. Lamentable, pero jugarla es un placer que se dan pocos y algunos nunca en la vida, salvo que se compren una Play.

Lo importante, vendrá con la reanudación de la temporada de la Primera Nacional. Eso será otra historia. No habrá rivales de presupuesto incomparables, ni jugadores de elite. La falta de ritmo con el rival, jugará a nuestro favor y los “mejores armados” seremos nosotros. Eso si, si no se consigue un funcionamiento en equipo y no logramos recuperar lo individual, va a costar y mucho.

El apoyo será incondicional, pero no debemos vivir de recuerdos inmediatos. El fútbol es hoy y ahora. Que se hagan los cambios que haya que hacerse y todos juntos, tiremos en la misma dirección para enderezar ese rumbo que nos permita volver a primera.