Tigre tuvo un muy flojo partido, pero ganó y es lo más importante a esta altura del torneo. Con gol de Blondel por un error ajeno, superó por la mínima a un rival que mostró limitaciones y jugó una hora con un hombre menos. Alivio por el resultado y mucha preocupación por el nivel futbolístico.

Tigre debía ganar como sea y ganó así. Ganó con méritos y si se piensa de ese lado, la valoración del triunfo tiene que ser bien recibida. No siempre se puede ganar cuando jugas mal, pocas veces lo logras y hoy Tigre lo hizo.

Eso sí, luego del puño apretado en el pitazo final del encuentro, la sensación de alivio, en la medida que bajan las pulsaciones, se iba convirtiendo en preocupación, sobre todo cuando se empieza a pensar más con la razón, que con el corazón. Seguramente, aunque no lo expresen públicamente, el entrenador y los jugadores, tengan la misma sensación que el hincha: esa sensación que termina en una afirmación dura y que es “así, repitiendo actuaciones como la de hoy, será difícil ascender” o en todo caso, será tirar una moneda al aire contra cualquier rival.

Falta de juego y llegadas, muchas imprecisiones y poca rebeldía desde lo temperamental para mostrar esa actitud que el hincha reconoce, aun jugando mal. Y no es la primera vez, ya sucedió anteriormente; la diferencia fue esta vez y por suerte, no hubo ningún regalito que el rival lo aproveche.

Sin entrar en la cultura del aguante del hincha apasionado, o remontarnos al mito que en la B no importa jugar bien, sino ganar; todos sabemos que las mayores alegrías vienen de equipos que ganan con todo lo que hoy le faltó al Matador.

A seguir trabajando y a encontrarle la vuelta para ser el equipo que todos pensábamos era al principio del torneo y refrendarlo en estos últimos partidos.