Diego Martínez, el DT del sorprendente Tigre: “Los jugadores te acompañan cuando ven que sos genuino”
Dirigió en todas la categoría y ahora es el cerebro del Matador, que da pelea a pesar de haber ascendido el año pasado. Cuenta su receta y explica el origen de su nuevo apodo, el Gigoló.
Clarín – Diego Hernán Martínez no hace gala de su apodo. El entrenador de Tigre habla pausado y piensa cada frase antes de pronunciarla. No es extrovertido ni verborrágico. No se siente cómodo con los flashes ni con el grabador. No es su hábitat, aunque está en su casa, cerca del césped en el predio donde su equipo se prepara cada semana para seguir siendo uno de los animadores de la Zona B de la Copa de la Liga Profesional. Pero cuando habla de fútbol y cuando empieza a contar cómo es su día a día con los jugadores, se transforma.
“Esto lo sentí toda mi vida. Desde que estaba en los equipos que dirigía el Tano Pasini. Que priorizaba siempre el arco rival y el trabajo colectivo”, con una frase se define. El director técnico del Matador deja que su mirada se pierda entre los árboles del Country Mapuche y se pone a recordar.
Hace su Wikipedia: “Infantiles en Vélez, Boca, Almirante Brown, donde debuté en Primera en el 97; Cañuelas, Morón, Ituzaingó, Estudiantes de Buenos Aires, Guatemala, Gimnasia de Entre Ríos, All Boys, Temperley; después Colombia (Deportivo Pereira) y tres años más en Grecia, en Pierikos y Diagoras; y me vuelvo para retirarme en Estudiantes. Como DT estuve en el proyecto de Barcelona en Buenos Aires seis meses, Boca (cuatro años con juveniles) y con grandes en Ituzaingó, Cañuelas, Comunicaciones, Midland, Estudiantes, Godoy Cruz y ahora Tigre”. Del recorrido se destacan dos cosas: se formó como entrenador con la escuela de La Masía y dirigió en todas las categorías del fútbol argentino.
-¿Y el palmarés?
-En 2001, campeón con Ituzaingó; el ascenso con Estudiantes de Buenos Aires y el título con Tigre. Uno como jugador y dos como entrenador.
*(De nada, Google)
En los últimos años Tigre vivió sensaciones ambivalentes. Fue campeón de la Copa de la Superliga 2019 -su primer título oficial- cuando ya se había consumado su descenso a la B Nacional. Mientras jugaba en Segunda, también disputó la Copa Libertadores. Y tras la pandemia, logró el título de la Primera Nacional tras superar en la final a Barracas Central, el equipo de Chiqui Tapia. El conductor del equipo en ese logro fue Martínez, que ahora goza del envión y quiere dar el zarpazo en la actual Copa de la Liga.
En 2017, cuando era entrenador de Cañuelas, venció al Matador 1-0 en un amistoso. Y llamó la atención del presidente, Ezequiel Melaraña. “Es verdad que le ganamos con Cañuelas a Tigre cuando estaba Ricardo (Caruso Lombardi) al mando del equipo y es verdad que el presidente (Melaraña) se acordaba de ese partido y de lo bien que habíamos jugado; y que había jugadores que me conocían y hablaban del laburo nuestro como cuerpo técnico y que al presidente le seducía esa forma de trabajar para el club. Si fue tal cual por eso que me dio el trabajo no lo sé, pero debe haber tenido que ver”, comparte.
“Creo que las formas y un modelo de conducción de un grupo de laburo que me toca liderar como entrenador, que es un modelo que también se pueden lograr objetivos y títulos a partir de ciertas formas de trabajo. Creo que una parte del fútbol va hacia eso y nosotros de alguna manera lo sentimos”, explica otra de las razones de su arribo a Tigre.
Y amplía: “Quizás, antes, o nuestra generación creció en la modalidad de que el técnico no trabajaba hasta el miércoles y se dividían y se entrenaban por separado a las capacidades del futbolista. Y es entender al fútbol como un todo que el desafío como entrenadores que tenemos es poder coordinar todas esas capacidades que el futbolista tiene”.
Es difícil encontrar equipos en el fútbol argentino que jueguen como Tigre. Acumula cuatro triunfos y cuatro empates, y apenas una derrota. Ostenta la valla menos vencida del torneo, con cuatro goles en contra. Pero también tiene fuego en ataque. El pico de rendimiento -tal vez- haya sido en la séptima fecha, la de los clásicos, en el 4-0 sobre Platense. Por ahora, se mete en cuartos de final.
Habla de anticiparse. Dice que un cuerpo técnico prácticamente no tiene días libres, porque cuando el jugador descansa, el entrenador y sus colaboradores están diagramando la semana, analizando el partido que pasó y pensando en el que viene. “Alimentarnos a partir de lo que nosotros vimos para empezar a descubrir qué es lo que imaginamos que va a pasar”, admite.
-¿Y cómo sabés qué es lo que va a pasar?
-El fútbol no es matemático. Por eso está el análisis del rival. Pero también por eso hablo de lo que queremos nosotros más allá de lo que proponga el rival. Y quizás esos primeros dos días entre recuperar a los que fueron al partido y compensar a los que no jugaron o trabajar algo de nuestro modelo de juego, te da el tiempo para que en los últimos dos entrenamientos puedas trabajar algo específico de lo que creemos que va a pasar o de las variantes de lo que creemos que va a pasar.
“Los jugadores, que son lo más importante de todo esto, tienen que tener la capacidad y la flexibilidad de entender de que más allá de ‘lo que me dijo Diego’ o cualquiera de los entrenadores, yo tengo que resolver yo. Por eso decimos, que lo más importante es que sean ellos mismos a la hora de cada partido; porque si no sos vos, no sos espontáneo. Entonces hay que tratar de no robotizarlos (sic), sino darles herramientas. Y eso es fino, porque a veces sentís que te pasás de información, o sentís que es poquita la información. Pero en eso está el día a día y por eso nos apasiona tanto”.
Cuando Martínez habla de “los jugadores” se le iluminan los ojos, como si el entrenador le diera lugar al futbolista que supo que ser y ahora descansa. Como si todavía pudiera jugar, aunque ya no con los pies. “Hay algo ganado que es muy importante que es el compromiso de ellos para con nosotros, entonces nosotros podemos plantear y vemos cosas que creemos que pueden pasar y los podemos ayudar; y los escuchamos a ellos. Si lo que les estás diciendo fluye; si se sienten cómodos; si sienten que es demasiado, con algunos hablás más, a otros no les decís casi nada”.
Habrá sido que Martínez hizo tanto hincapié en “que fluya” el juego porque el día de la charla se produjo la conjunción de Júpiter con Neptuno, dos planetas que se alinean aproximadamente cada 13 años, pero este 2022 fue la primera vez que lo hicieron en Piscis tras 166 años. Lo cierto es que el DT de Tigre tiene una búsqueda en la energía que los futbolistas comparten a través de la pelota.
“Nosotros tratamos que el juego esté todo el tiempo presente, que jueguen, que jueguen, que jueguen; que aparezca. Que tal vez, que sean lo suficientemente inteligentes para que en la actividad que queremos que aparezca algo, pero que ellos no se den cuenta o que lo hagan de manera natural. Porque cuando vos hacés algo de manera natural, lo hacés sin pensar; y cuando lo hacés sin pensar, de manera espontánea, fluye; y cuando fluye, después fluye en los partidos. Si vos en los partidos estás todo el tiempo pensando qué es lo que tenés que hacer, te ponés rígido y eso es lo que no queremos. Creo que los jugadores son los más inteligentes de este juego. Y cuando ellos te miran, te sacan la ficha al toque. Y cuando los jugadores te ven que sos genuino y que lo que estás trasmitiendo lo sentís, creo que te acompañan”.
Diego Martínez dirigió en todas las categorías y destaca la esencia del futbolista. Más allá de la realidad económica o el lugar que les da la sociedad. Para el entrenador de 43 años hay un gen del jugador que no distingue entre la Primera D o la Copa de la Liga.
“Hay chicos en la D que tienen que ir a laburar o vienen de laburar antes de entrenar. Pero el jugador en la D o en Primera -no sé cómo será más arriba todavía, en otro nivel, a nivel selección por ejemplo o en otro país- es el mismo, el jugador juega al fútbol porque ama jugar al fútbol y cuando está frente a alguien que le transmite seguridad, confianza y que le cree, te hace todo bueno. Y cuando hay algo que no fluye o que no te sale, se dan cuenta”.
“Son seres humanos que les pasan cosas como a cualquiera y capaz que uno tiene la fantasía que estás en Primera División y son extraterrestres; y no, son seres humanos que pueden dormir mal, que pueden tener quilombos, que pueden estar bajoneados o estar tristes. No tiene que ver todo con lo material o con que tengan todas las herramientas; o son aparentemente perfectos y felices en la vida los futbolistas”.
Entiende Martínez que un jugador es un individuo y que un equipo es la sumatoria de individualidades (y no al revés). “El esfuerzo no se negocia, ni desde los delanteros para presionar, ni de los defensores para jugar. Siempre fui un jugador colectivo, no entiendo esto como algo individual; no entiendo la vida como algo individual. Es algo colectivo, donde todos tienen que tener importancia. Acá todos somos importantes y nos relacionamos con la pelota, es una cuestión hasta de cómo uno entiende la vida me parece. Es esto de compartir, que la pelota es de todos, no es de uno”.
Diego Martínez tiene su foto con Messi. Cuando participó del proyecto del Barcelona no solo se empapó de una filosofía de juego y pudo ver de cerca a aquel equipo de Pep Guardiola. Sino que también pudo tener mano a mano al mejor futbolista del planeta. “Más allá de resaltar, es un pibe que juega de manera asociada y colectiva. Mis hijos están grandes ahora, pero muchas veces me servía de ejemplo hasta para criar a mis hijos por la forma de ser de él, tiene una humildad terrible y tiene un perfil bajo impresionante. Somos muy fanáticos de él. Me puso muy feliz que haya tenido el logro que tuvo. Y no sé si lo deseo más por él que como argentino”.
Es el famoso Gigoló…
Diego Martínez no hace gala de su apodo, pero sabe que se hizo mainstream por ese apelativo. Y lo aprovecha. En los festejos del ascenso de Tigre a Primera en el vestuario empezó a sonar el “borombombóm es el equipo del Gigoló”, por el -supuesto- parecido físico del entrenador con Javier Bazterrica, un estafador que tomó trascendencia mediática en 2015 tras ser denunciado penalmente por la hermana del coreógrafo y productor Flavio Mendoza.
Y explica: “Me lo pusieron los chicos de Estudiantes. No es algo que me molesta, pero tampoco que me llene de orgullo. Me lo pusieron cuando ascendimos, Rodrigo Sayavedra me lo puso; y habrá quedado dando vueltas por ahí y estos, como se hablan los futbolistas y se conocen entre todos, lo sacaron a la luz en un momento importante y se hizo viral. Se dejó de lado esto que me decían el Peladito, el Pelado Martínez me decían y ya poca gente me dice de esa manera y pasaron al famoso Gigoló”.
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