Entrevista con Diego Martínez, el entrenador del sorprendente Tigre: del consejo de Heinze en su peor momento a la cita de Pepe Mujica en su manual
INFOBAE – El Gigoló, tal como lo apodó su plantel, subió a la élite con el Matador y hasta lo llevó a una final, con un estilo reconocible. Con su cuerpo técnico dirigió en todas las categorías del fútbol argentino: “El pibe que trabaja y juega en la D tiene la misma esencia que el de Primera”
“Es el equipo del Gigoló”, fue el cantico que entonaron los jugadores de Tigre en cancha de Banfield a finales de 2021, mientras el entrenador del Matador, Diego Martínez, volaba por los aires y la algarabía iba en aumento, tras el logro de haber regresado a Primera División. Los laureles propulsaron la historia de este DT oriundo de Haedo, y las páginas deportivas se hicieron eco de una biografía que tiene condimentos de película.
Martínez, en su época de jugador, se desempeñó como volante por izquierda. Vistió las camisetas de Ituzaingó, All Boys, Temperley, Estudiantes de Buenos Aires, tuvo un paso por Guatemala, Colombia y Grecia, y en el mientras tanto se recibió de profesor de Educación Física. A los 33 años, una cuarta operación de rodilla se sumó a la angustia de estar más fuera de la cancha que adentro y tomó la decisión de no jugar más. Sin tiempo para duelos y gracias a la gentileza de Jorge “Coqui” Raffo, se puso a trabajar como ayudante de campo en el Proyecto Barcelona. Visitó La Masía, el famoso predio Blaugrana, presenció algunos entrenamientos y conoció a Messi.
Al tiempo se fue con Raffo a las inferiores de Boca y de ahí despegó a su primera experiencia en soledad. Dejó la cantera del Xeneixe y en 2015 se hizo cargo de Ituzaingó, equipo que en ese momento militaba en la D. A partir de ahí, lo que vino después fue in crescendo. Estuvo al frente de Cañuelas, Comunicaciones, Midland y Estudiantes de Buenos Aires. Con el Pincha de Caseros ascendió al Nacional y logró una histórica participación en Copa Argentina. Su nombre empezó a tomar cuerpo y le llegó una propuesta de Godoy Cruz. Su paso por el Tomba no fue bueno y cuando arribaron las dudas de si estaba para dirigir Primera, llegó el mensaje motivador de Gabriel Heinze: “Diego, quedate tranquilo que el fútbol garpa”.
De Mendoza se fue directo a Victoria. Otra vez al Nacional. Al mando de Tigre consiguió el objetivo del ansiado ascenso a Primera y los momentos de vacilación se disiparon. El Matador ganó reputación de ser un equipo competitivo en todas las instancias y las crónicas destacaron su protagonismo en el arco rival. “La vida es esto. Como dice el Pepe Mujica: rendirse no es una opción. Hay que seguir, intentar, y las veces que caigas, levantarte. Es difícil, sí. Cuando los golpes son duros, te hacés preguntas y te replanteás muchas cosas, pero es parte del crecimiento”, le dice Martínez a Infobae y recapitula el esfuerzo de todos estos años como entrenador.
-¿En qué aspectos creés que evolucionó el fútbol?
-Más allá de los sistemas y de los modelos, está evolucionando en el día a día, en el entrenamiento. Nada es nuevo, se va reinventando y toma cosas antiguas. Un modelo de juego como el nuestro tiene una conexión con lo ofensivo y a su vez intenta ser equilibrado. Y eso es parte de la evolución también. Antes estaba muy marcado cuando un equipo era solo ofensivo y perdía de vista el trabajo defensivo. Para poder ser un equipo más completo, más allá de la búsqueda y lo que le guste a uno, hay que tratar de ser equilibrado en la parte defensiva.
Por otra parte, la semana de trabajo también evolucionó. El día a día, lo que lo jugadores te piden, lo que te vas acostumbrando a darles a ellos. Eso en nuestra época quizás se resolvía de una manera un poco más intuitiva. Ahora se va sistematizando toda la creatividad.
-Alguna vez Pablo Aimar dijo que “es muy probable que no haya jugadores creativos si todo es automático”, ¿qué pensás sobre eso?
-A mí en estos casos me gusta utilizar mucho la palabra equilibrio. Es cierto que se han metido muchas cosas y capaz terminás dando demasiada información, pero me parece necesario. Hay que balancear entre las cosas que puedan ayudar a mejorar el juego, sin perder la esencia, la creatividad ni la pasión. Ya no alcanza solamente con una cosa. Hay que adaptarse a un fútbol de detalle y de mucho análisis. Como cuerpo técnico lo intentamos y tratamos de que a los jugadores les llegue lo más masticado posible, para que ellos puedan resolver de la manera más espontánea. Ahí está la clave y nuestro desafío.
-¿Qué recuerdos te quedan de tu época de jugador?
– Tenía inquietudes y me preguntaba cosas. Mientras fui jugador, estudié el profesorado de Educación Física. Hablaba mucho con los técnicos y los profes. De alguna manera, jugaba a imaginarme qué equipo iba a plantar el entrenador. En aquel momento no me daba cuenta de todo eso, lo descubrí hace poco y entendí muchas cosas.
Mi etapa de Grecia fue la que más disfruté como futbolista y en mi relación interpersonal con mi familia. Conocimos una cultura que nos la hicimos propia. Me fue muy bien porque coincidió con un cambio de posición. Hasta ese momento era volante por izquierda, bien carrilero, y empecé a jugar más por adentro. Me parece que se dieron varias cosas en esa etapa: un país hermoso, mi familia estaba conmigo y me fue muy bien como jugador.
-¿Qué cosas réplicas de tu etapa de jugador en tu rol de entrenador?
-Trato de hacer lo que a mí me hubiera gustado que hagan conmigo. Acá nadie se pone arriba de nadie ni bajamos órdenes desde una tarima. Trasmitimos la idea que queremos y buscamos que los jugadores la hagan propia. Por eso es tan importante la conformación de un plantel.
Nosotros solo retocamos cosas y después fluye. La mayoría de los jugadores se quiere quedar por las comodidades que brinda el club, porque les gusta la idea y la sinceridad. Cuando nos tocó salir campeones hubo siete chicos que no siguieron y fue durísimo, pero yo mismo hablé con cada uno. Trato de poner la cara en todas las situaciones.
-Haber pasado por todas las categorías del fútbol argentino, ¿Te sirvió para conformar tu personalidad como entrenador?
-Me sirvió muchísimo. Hubo una adaptación en cada categoría. Una cosa es el librito que se estudia y otra es bajarlo a la realidad. Cada club tiene sus propias realidades y convivir con eso te hace más rico como entrenador. Son desafíos constantes que te hacen entender que no todo es matemática en este deporte. Muchas veces en las decisiones te equivocás y a medida que vas creciendo hay exigencias que toman algún aspecto en particular y se trata de cuidar otros frentes. Y eso no está en ningún libro. Eso se vive y es la intuición que uno va desarrollando al trabajar con personas. Hay que entender que el pibe que trabaja y juega en la D, tiene la misma esencia que el que juega en Primera. El futbolista ama jugar y cuando vos proponés un buen ejercicio, tanto el de la D como el de Primera, ambos se dan cuenta enseguida si lo inventaste en el momento o si lo venís trabajando.
-¿Te abruma lo efímero del éxito?
-La parte que mejor manejo es lo efímero de las cosas cuando te va bien. No me creo absolutamente nada. No soy de consumir cosas del exterior ni en las victorias ni en las derrotas. Cuando todo va bien, trato de mantener la tranquilidad y cuando no, me afecta, pero a la hora de analizarlo también busco la calma. Por eso es muy importante el grupo de laburo y la cercanía con la familia.
-¿Qué entrenadores considerás como tus referentes?
-El Tano (Salvador Pasini) y Coqui (Jorge Raffo). Son mis dos espejos. A los dos les gusta un fútbol similar. Después me gusta mucho El Tata (Gerardo Martino) y (Matías) Almeyda, por sus formas y búsquedas. Y ni hablar del número uno, el que está en Inglaterra – se refiere a Pep Guardiola-. Evolucionó todo. Ha dejado su marca en todos los equipos donde estuvo y a cada uno se los distingue rápidamente. Lo de Klopp también es muy destacable. Ese rocanrol que le mete a sus equipos. Acá también tenemos muy buenos entrenadores. Hay una camada que me gusta mucho. Me encanta ver lo que hace Gallardo. Me parece que es un entrenador que tiene un sello y que ha logrado cosas muy buenas.
-¿Qué no te gusta del fútbol?
-Cuando solo se valoran ciertas cosas. Hay que ser cuidadoso con lo que uno dice y tener respeto. Cuando la crítica es futbolística, encantado. Debatamos todo lo que quieras. Ahora cuando las intenciones son otras o la cosa pasa por si la pelota entró o no entró, eso me pone mal. Esa parte no me gusta. Más pasa el tiempo, más me cuesta entender ciertas reglas del juego.
-¿Hay vida fuera del fútbol?
-Trato de que haya. Cuando mi viejo no puede, llevo a mis hijos al club a entrenar -juegan en Atlanta- o los voy a ver los días de partido. A veces se me hace difícil no querer dar alguna indicación – se sonríe-. En la semana, si me llevo trabajo a casa, trato de hacer un corte en un momento del día para estar con mi familia. O voy de visita al gimnasio que tengo con un amigo desde hace 17 años en la zona de Haedo.
Soy muy familiero. Trato de estar con mi viejo, con mis hermanas. Mis viejos nos criaron de esa manera y somos eso. La familia por delante. Si mañana me llama el equipo que sea y me dicen que me tengo que ir por cinco años solo, digo que no. No negocio la lejanía de mi familia.
-¿Qué destacarías del juego de la selección argentina?
-Me encanta la Selección. Me parece que Scaloni tiene mucha responsabilidad en el presente que estamos viviendo. Sobre todo, por el equipo que armó. Cuando juega la Selección me dan ganas de sentarme a mirarla. Lo que veo me identifica. Tanto él como todo su cuerpo técnico han logrado generar relaciones sólidas en el grupo. Quiero que le vaya bien. Lo deseo por la Selección y más que nada por Messi.
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